"Al igual que el año pasado, y por las mismas fechas, repetimos nuestro viaje a las tierras catalanas, aprovechando el buen clima que comienza a asentarse por el norte de la península.
Tras una retahíla de trenes y autobuses, llegamos el día 7 de abril a Olot, municipio español de la provincia de Girona que se encuentra a los pies de los imponentes y nevados Pirineos.
Una vez allí, y queriendo aprovechar al máximo nuestra corta estancia, damos un paseo por la zona de la Deu, y el Parc Nou. El paisaje está marcado por la presencia de hayas, encinas, robles y chopos, que se desarrollan sobre unos terrenos de origen volcánico, regados por las aguas del río Fluvià. Es en uno de esos parajes donde nos encontramos con los siempre numerosos trepadores azules, herrerillos comunes, carboneros, agateadores, pitos reales, picos picapinos, pinzones vulgares, verderones, carboneros palustres y mitos, entre otras especies.
Cigüeña blanca.
Fotos : © Jana Marco
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Pero entre las aves típicas de la zona, encontramos una a la que no estoy tan acostumbrada, ya que nunca la había visto antes. Caminando entre las densas choperas, y con el canto de las aves como único sonido, me sorprende un ejemplar de pico menor (Drendrocopos minor) que se para justo en la parte alta del árbol bajo el que estoy, y se pone a picotera atareado ajeno a mi presencia. La observación duró apenas unos minutos, el tiempo que tardó en darse cuenta de que estaba demasiado cerca. Tal vez se sentía observado por unos prismáticos que no le quitaban ojo…
El día siguiente fue de lo más tranquilo, paseo por la Moixina donde nos cruzamos con un precioso macho de escribano soteño y un escandaloso torcecuello. Pero el pajareo fuerte llegó el día 9, cuando decidimos alquilar un coche y hacer una visita als aiguamolls del Empordà, en su mejor momento, en plena migración.
Mosquitero silbador.
Fotos : © Jana Marco
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Comenzamos la ruta sobre las 11 y media de la mañana, y tras un ojo a la pizarra de la entrada, donde apuntan las citas más importantes de los días anteriores, decidimos empezar por el Estany de Europa., en el mirador “Capons” Allí la actividad es frenética, las cigüeñas avanzan por el agua a paso lento, y bajo sus largas patas nadan cercetas carretonas, ánades frisos, cigüeñuelas, avocetas, andarríos bastardos, archibebes comunes y claros.
En un lateral, un numeroso grupo de combatientes comparten espacio con las más de 20 garcetas comunes, y garcillas bueyeras, y al fondo de todo un grupo de agujas colinegras, entre las que se encuentra una aguja colipinta, destacan frente a las tímidas agachadizas.
En ese momento aparece en escena una garza imperial, parece que acaban de llegar porque los ornitólogos de mí alrededor se afanan a hacerle fotos.
Torcecuello.
Fotos : © Jana Marco
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Continuamos la marcha, sin movernos del Estany de Europa, pasamos a un mirador que no parece ser de los más visitados, pues al llegar esta vacío y con todo cerrado, el “Miloques”. Aun así no menospreciamos ningún observatorio, y decidimos quedarnos allí un rato. Cual es mi sorpresa cuando descubro que a escasos metros, picotean el suelo un grupo de 30 lavanderas boyeras, entre las cuales descubro 2 ejemplares de lavanderas boyeras de la subespecie de Gran Bretaña, (Motacilla flava flavissima).
Tercer y último mirador del estanque, el “Rascletons”, y como su nombre en catalán indica, pudimos observar de lujo una pareja de polluela bastarda que se movían y se asomaban entre las eneas.
Tras el éxito de la polluela bastarda, que era lo que habíamos ido a ver, y la sorpresa de la lavandera boyera, caminamos hasta el Estany del Matá, plagado de fumareles cariblancos que volando bajaban a beber, y lleno de limícolas como archibebes oscuros y andarrios bastardos, que de vez en cuando echan a volar asustados por las sombras de los laguneros que rondan la zona. Mientras tanto, en medio de la laguna, un grupito de 3 zarapitos trinadores descansan ausentes ante tal amenaza.
Escribano soteño.
Fotos : © Jana Marco
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Sin casi darnos cuenta ya eran las 7 de la tarde y es hora de regresar a casa. En el camino de vuelta a la altura del Estany del Cortalet (donde observamos un ejemplar de morito común) y después de haber mirado uno a uno todos los pájaros que nos cruzábamos, encuentro por fin el esperado mosquitero silbador, que destaca entre un grupito de mosquiteros musicales y currucas capirotadas.
Antes de irnos, el estridente y escandaloso reclamo de un rascón desvela su posición entre el carrizo, y un martinete echa a volar a nuestro paso.
Un intenso viaje junto a mi madre, con la que he disfrutado las largas rutas y caminatas y la que ha aguantado las más de 8 horas a pie, con paradas, saltos, carreras, prismáticos, cámara, y la exclusividad de las aves. Desde luego, no todo el mundo puede gozar de esta suerte. "