Hace muchos años (pero muchos) estaba con unos amigos en el Puig Campana. Era invierno y había nevado. Uno de mis compañeros tiró restos de comida que le sobró (la clara de un huevo frito) y, a los pocos segundos, aparecieron unos pajarillos muy confiados. No había visto esa especie hasta entonces pero una rápida consulta a la Peterson (aún con láminas en blanco y negro) mostró que se trataba de acentor alpino (Prunella collaris), un ave ligada, como su nombre indica, a la montaña.
Comentar esa observación tiempo después supuso alguna cara de incredulidad pero el paso del tiempo (es lo que tiene el tiempo) y más observaciones hizo que aquello no sonara a equivocación juvenil.Hace unas semanas, el “Zaragozí’s Ringing Team”, compuesto en esa ocasión por Guille, José, Marta y Toni, capturó a una de estas aves en El Forat de Bernia y la anilló (metálica y PVC). Pasados unos días, ese ejemplar y otros fueron fotografiados allí por Juanma y José Julián.
Después de un nocturno e intrincado whatsapeo con Miguel Ángel y Jana, esta mañana me he ido solo para la Sierra de Bernia. De todas formas, y con la modernidad del whatsapp casi han tenido una retransmisión en directo de todo.
El pronóstico del tiempo no era muy bueno. A la llegada el termómetro marcaba 2ºC (la alerta de hielo en la calzada del coche era amarilla) y el viento del norte provocaba una sensación térmica bastante más baja. Mochila a la espalda y en marcha, parriba, que la cabra tira al monte. Después de dejar la Font de Bernia la cosa se anima y empiezan las cuestas (sin piedad: ni una sola hacia abajo) y voy poco a poco subiendo por el perfectamente señalado sendero.
Cumpliendo con lo señalado en el cartel del inicio de la ruta, al cabo de una hora me encuentro en El Forat, curioso túnel que atraviesa la sierra de norte a sur (y de sur a norte, según camines) y por el paso hacia la solana de la sierra.
Y allí están los acentores alpinos.Les tiro un poco de comida para atraerlos aunque ellos no tienen ningún miedo y van de un lado a otro, a veces pasando a un palmo de mis pies.
Sobre la comida, basándome en comentarios y bibliografía les he llevado pan bimbo, galletas y grasa de cerdo (siempre he leído en publicaciones anglosajonas su uso) y los pajarillos ha establecido sus preferencias según he deducido (y os transcribo) de sus cantos:
-Galletas (“hummmm… qué ricas”).
-Pan bimbo (“si no hay galletas… pues pan. Ya te podías haber estirado un poco más con las galletas ¡roñoso!”).
-Grasa de cerdo (“puagh ¡tú! ¿pero qué nos has traído? ¿tú sabes el colesterol del malo que tiene eso?”).
Paso un buen rato disfrutando de estas aves (y de un pareja alemana que iba a escalar y no sabían dónde, otra pareja española que daba la vuelta a la Sierra, otros dos escaladores de origen desconocido (pero guiris) y lo que me decide a levantar el culo es un grupo (más bien, manada) de gente que llegan dando voces como si fuera un sindicato de aprendices de tenores. No me explico cómo se puede ir por el monte berreando.
Con los pocos sitios silenciosos que nos quedan y siempre hay alguna horda vocinglera a la zaga. Mochila a la espalda de nuevo y para abajo. Además el tiempo está más chungo.
El viento fuerte y helado entra directo en El Forat. Salgo a la umbría y el cielo está feo. Poco después de iniciar el descenso empiezan a caer granos de nieve granulada y helada. ¡Qué chulo! Minutos después empieza a apretar y con el viento aquello forma una cellisca y cada vez que te da uno de esos gránulos es como si te dispararan balines (ya no es tan chulo) pero, por suerte, dura unos diez minutos con aquella intensidad.
Luego se vuelve más irregular.Llego al lugar donde he dejado el coche. Cae un ligero aguanieve.
Ahora para casa y a comprobar el resultado fotográfico de la excursión. No ha estado nada mal.
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